Lost River, de Ryan Gosling

Una crítica de Toluuuu

 

LOSTRIVERB¿Habéis estado alguna vez en una sesión de ilusionismo? Yo sí. Es increíble ver (y sufrir) en tus propias carnes, la facilidad que tiene el mago para llevarte dónde él quiere. Eso es lo que Ryan Gosling (Driver, Only God Forgives) ha conseguido con Lost River. Conseguir un filme que hipnotiza desde la primera toma y te deja obnubilado hasta el final del mismo. Otra cosa es que quedes conforme con su visionado. Al igual que con los espectáculos de magia, puedes salir de la sesión alucinado por lo conseguido, o estafado por el artista.

Lost River cuenta la historia de Billy (Christina Hendricks), una madre soltera que es testigo de la decadencia del barrio en el que vive y en el que la crisis de las hipotecas ha vaciado casi por completo. Mientras, su hijo mayor, Bones (Iain de Caestecker), busca en la ciudad cobre y otros metales para poder venderlos en la chatarra y así sacarse un dinerillo con el que comprar las piezas usadas necesarias para reparar su viejo automóvil, y escapar de allí con su familia. Frente a ellos vive Rat (Saoirse Ronan), una joven que vive sola con su abuela y que, por un suceso del pasado pasa los días sentada en una silla frente al televisor viendo viejas cintas de vídeo. Billy ha de sacar a sus hijos adelante y en su desesperado intento por sacar a sus hijos adelante, firma un pacto con el diablo, que no es otro que el responsable del banco en el que ella tiene la hipoteca de su casa.

Sin duda el proyecto de Ryan Gosling es arriesgado. No solo por la historia que intenta contar, sino también por su puesta en escena, el montaje, la fotografía… todo en ella es difícil de digerir para según qué espectadores, aunque seguramente no dejará indiferente a ninguno de ellos.

El cuento de hadas que el director ha querido contarnos en esta fantasía urbana del siglo veintiuno, tiene a todos los personajes clásicos de este tipo de historias. El príncipe inocente, el villano cruel, la princesa que necesita ser rescatada. Si me apuras, hasta la bruja (un poco desdibujada, eso sí) y el dragón, este transformado en un edificio oscuro de art déco que esconde en su interior lo más bajo de los instintos humanos, únicos divertimentos que hacen a la población escapar de la más asquerosa realidad.

El problema de la cinta es el tipo de narración. Malick, Cronemberg, Winding, Lynch… todos ellos tienen sus horrocruxes dentro del montaje en forma de escena, diálogo, toma o escenario, y ahí es donde peca la película. Intenta emular a tantos directores que pierde su propia esencia y no se acerca a ninguno de ellos, al igual que no llega al corazón de los espectadores.

Con unos planos admirables, acompañados de una banda sonora de ensueño, la historia se envuelve de una niebla espesa que no te deja ver más allá de lo que muestran las imágenes y, a pesar de tener varias escenas de una calidad indiscutible, la trama se disipa en ocasiones como un coche que entra en la espesura hasta perderse en su interior.

Destacar los planos a cámara lenta de los incendios de los inmuebles, así como el interior derruido de los mismos, que muestran la realidad del presente en un distrito tal como Detroit, cuna de la modernidad industrial de Estados Unidos y que hoy en día no es más que un amasijo de hierros oxidados, fábricas cerradas llenas de grafitis y escombros amontonados salteados de hierbajos. Esa metáfora de la decadencia actual por culpa de la crisis si está muy bien captada y mostrada en la cámara de Gosling, con planos marcados por la belleza de la ruina y el abandono.

Las interpretaciones lejos de ser magníficas, se dejan llevar por la historia y al menos parecen creíbles a través de la pantalla. Saoirse Ronan (Hanna, The Lovely Bones) tiene una capacidad innata para transmitir solo con sus ojos más emociones que con todo su cuerpo junto, algo que a mí personalmente me tiene fascinado. Sin mover una ceja, sin estirar si quiera la comisura de los labios, puede reír o llorar a voluntad sin lágrimas ni carcajadas. Aunque si hay alguien a quien destacar, es el papelazo de Ben Mendelsohn (Killing them softly, The Dark Knight), que cada vez que hace acto de presencia en una escena, elimina por completo cualquier intento de actuación de sus compañeros de corte. Atención al bailecito del final, porque es Kafkiano.

LOSTRIVERCNo niego que Ryan Gosling ha querido desmarcarse del circuito principal con esta filmación, pero es cierto que la apuesta era demasiado arriesgada. Sus palabras antes del estreno de la película vaticinaban ya lo que iba a pensar el gran público una vez tuviese la ocasión de visualizarla: «Esta película es, en muchos sentidos, un regalo a los directorescon los que he estado trabajando durante los últimos años.» Se ha gastado tanto dinero en el regalo, que lo que ha hecho es emular demasiado a todos ellos y no dejar su propia impronta en la película.

En definitiva una obra que, pese a no haberme decepcionado, sí la encontré sumamente difícil de seguir y orientada a un público muy concreto, aquel que disfruta de las tramas llenas de metáforas y que está más preocupado de la fotografía y las diferentes tomas y ángulos de la cámara, que de la historia en sí. Y aún ellos, saldrán pensando que el mago del espectáculo, en este caso el novato Ryan Gosling, de algún modo, les ha acabado engañando durante la actuación.

 

 

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